Hay en San Gil un montañero canto
que va adornando el fervor con flores
y mostrando sus vistosos colores
que llenan de luz el glorioso Santo.
No existe un lugar que nos guste tanto,
ni que nos conceda tantos favores;
al entrar en nuestros corazones
el aliento divino de su encanto.
La santidad traspasa los deseos
y va descubriendo el don prodigioso
que recibimos desde el mismo cielo.
Allí en la montaña todo es hermoso,
porque anda la santidad y el consuelo
adornando nuestro destino glorioso.
jueves, 13 de junio de 2013
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