Subiendo desde La Puebla,
Puebla del Caramiñal;
me encontré con la estatua
de Ramón del Valle-Inclán.
Allí estaba tan callado,
mirando la puesta de sol
que Valle-Inclán llevaba
metida en el corazón.
Estaba don Ramón con sus gafas
y su sombrero de piedra...,
parecía un fantasma
que su mano izquierda buscaba.
Venía un fuerte viento
por la tarde callada,
que volaba hasta el sombrero
y le acariciaba las barbas.
Brillaban los cristales
de sus relucientes gafas,
y hasta volaba la manga
del brazo que no llevaba.
Sólo quedaba el recuerdo
preso como un trapo,
y el poético acento de aquel galán...
Don Ramón del Valle-Inclán.
martes, 8 de octubre de 2013
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