Cuando llega la fiesta de San Gil,
todos se acercan a Chaudaveiga
para gozar del fervor que hay allí.
ante el santificante aliento que baja
desde la profundidad del mismo cielo.
La bendición de San Gil aguarda
a quien llega con fervor a dar gracias,
y a postrase bajo su divina imagen
para que nos libre de todas las desgracias
y ampare nuestras devotas almas.
El sol ilumina con su resplandor
el verdor de las altas montañas,
adornadas con el mañanero frescor,
que acaricia la larga procesión
de la gente que a San Gil llega
a recibir su bendición
y a ofrecerle todo su fervor.
Que San Gil guíe nuestro destino,
lo pide de corazón
Anselmo Prada León.
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