Con los libros y aprendí,
que las penas y las alegrías
cuanto más se acarician,
menos duelen y más animan
y menos duran, pronto se olvidan.
Leyendo libros yo aprendí
a estar contento con lo que tengo
y a creer más en lo que espero,
para así poder llegar a alcanzar
algún día el eterno cielo.
Leyendo aprendí que el dinero
jamás comprará la felicidad
y que solo se podrá ser feliz,
cuando uno se sepa conformar
y practique siempre la bondad.
Leyendo libros yo aprendí,
que cada hora que pasa
es un paso que la vida da
para así poder llegar,
a alcanzar la eternidad.
Con los libros aprendí a callar
y a consolar mi vieja alma,
acariciando siempre la amistad,
así encuentro yo remedio
para cualquier enfermedad.
Leyendo aprendí que la esperanza
refuerza toda mi voluntad,
para que al fin pueda llegar
a ser acariciado por la alegría
de tener una dichosa vida.
Así leyendo y aprendiendo,
he llegado hasta la vejez
y sólo una cosa yo sé:
Que uno empieza a envejecer
cuando deja de aprender.
Os habló el viejo Anselmo
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