Al recibir la bendicion,
se despertó el amor
y su fervor invadió
nuestro humilde corazón.
Allí renace la ilusión
ante tanta belleza;
que resucita la devoción
en la agreste naturaleza.
Es tanto el fervor
que sale del corazón,
cuando el alma reza
y San Gil nos alienta.
En este lugar sagrado
de los montes de Casayo,
se abren las puertas del cielo
y el tiempo se hace esterno.
Aquí se santifica la vida,
y una gracia divina
alegra uestro vivir
al estar ante San Gil.
Los de Casayo necesitamos
de San Gil la bendición,
para sentirnos hermanos
y conseguir la salvación.
Abrazos de Anselmo Prada León
martes, 17 de agosto de 2010
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