Va la tristeza de la pena oscura,
encendiendo la esperanza que prende
en todo lo que el alma ya comprende
al despertar de la incierta amargura.
A través de la reluciente altura,
llega la devoción que nos atiende;
y es tanto el fervor que ella desprende
que resplandece la humana cordura.
Es la conciencia la fruta madura
que endulza la santificante gracia
y apaga toda la humana desgracia
con la fe y su divina hermosura.
No existe en el mundo una criatura
que no sienta la belleza divina
del amor que Dios a todos envia
para traspasar la pena oscura.
El Viejo Anselmo
domingo, 11 de julio de 2010
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