martes, 8 de octubre de 2013

A RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN

Subiendo desde La Puebla,
Puebla del Caramiñal;
me encontré con la estatua
de Ramón del Valle-Inclán.

Allí estaba tan callado,
mirando la puesta de sol
que Valle-Inclán llevaba
metida en el corazón.

Estaba don Ramón con sus gafas
y su sombrero de piedra...,
parecía un fantasma
que su mano izquierda buscaba.

Venía un fuerte viento
por la tarde callada,
que volaba hasta el sombrero
y le acariciaba las barbas.

Brillaban los cristales
de sus relucientes gafas,
y hasta volaba la manga
del brazo que no llevaba.

Sólo quedaba el recuerdo
preso como un trapo,
y el poético acento de aquel galán...
Don Ramón del Valle-Inclán.

¡GRACIAS!



Yo no sé como darte a ti las gracias,
como ilustre aviador de los cielos
que llevas en tu entraña el acento
de la emoción que nunca se acaba.

Vas volando y sintiendo la llamada
de quien busca la dirección del viento,
que te ayuda a sentir ese contento
de aterrizar sin que pasara nada. 

No me digas que ya pronto llegamos
al traspasar por aquellas montañas
que están tan altas tan cerca del cielo.

Así se acaba ese lejano vuelo,
que no llevó desde Lugo a Trevinca
por las altas montañas de Galicia.

GR