martes, 11 de diciembre de 2018

DICHOS DEL VIEJO ANSELMO

Palabra que al cielo sube,
jamás la llevará el aire
ni la tapará ninguna nube
que se le ponga delante.
No vuelve el agua a la fuente,
ni la piedra a la mano;
tampoco volverá la suerte
a quien la haya despreciado.
El que hace lo que debe,
ya tiene el cielo ganado;
porque, la muerte pronto viene
a recordarnos los pecados.
Aunque tengas mucha salud,
no presumas de grandeza;
que la suerte que tienes tu,
en un instante enferma.
No me gusta la ciudad,
por cómoda que ella sea;
yo solo quiero respirar
el aire de mi aldea.
Yo no quiero la ciudadN
con toda su comodidad,
lo que si quiero es alcanzar
al final la eterna felicidad.
Despreciaste aquella pobre
que tenía el corazón de oro,
por esa rica que tiene
la cara como un loro.
No se mueve ni una hoja,
todo en la noche está en calma;
¡Ay! Quien pudiera sentir
esa tranquilidad en el alma.
Si yo fuera un pajarito,
contaría en tu ventana;
para que salieras afuera
y mi canto sintieras.
Si no sabes ser padre,
no busques descendencia;
que los niños quieren cariño
y tú no tienes conciencia.
A base de insistencia,
va cediendo la doncella;
y después de haber cedido,
nadie se acuerda de ella.
Una vez me engañó el diablo,
bien me pudo llevar con él;
menos mal que tuve cuidado
y no me dejé yo coger.
El vino que no se bebe,
no altera nuestro vivir;
Pero el que se lleva dentro,
es el que nos hace sufrir.
Si como, bebo y duermo,
y abuso de las mozas;
sé que cuando llegue a viejo,
me sobrarán pocas cosas.
Dios quera que encuentres
alguna mano abierta;
para que seque tu llanto
y acaricie tu conciencia.
No hay aires tan puros
como los de mi aldea,
porque los de la ciudad
solo huelen a miseria.
Quien me diera volver
a mi lejana infancia,
y gozar con los recuerdos
que llevo dentro del alma.
Por mucho que te pintes,
no te hará mucho efecto,
pues no taparás por fuera
la maldad que llevas dentro.
Pobre de aquel que caiga
y nadie lo ayude a levantar,
será como el que llore
y nadie lo puede consolar.
Si quieres estar contento,
nunca jamás tú te alabes;
procura guardar silencio
y deja a los demás que hablen.
¡Callad campanas callad!
¡Parar por Dios de tocar!
Que vuestros ecos me recuerdan
la muerte de mi papá.
Mientras yo tuve que dar,
me sobraban los amigos;
ahora que no tengo nada,
nadie quiere hablar conmigo.
Así como vemos la cara,
también son las intenciones;
porque solo sabe el alma
como son los corazones.
Jamás vuelve la palabra
a entrar por la boca,
ni a ser como Dios manda
la mujer que pierde la honra.
El que de joven no trabaja
y malgasta siempre su tiempo,
por mucho esfuerzo que haga
llegará a ser un pobre viejo.
Que bueno es tener amigos
que nos quieran y nos comprendan,
pero cuando llegan las desgracias,
es cuando la amistad es más buena.







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