Llorar es un sentimiento
que todos llevamos dentro,
para mostrar la emoción
que siente el corazón,
cuando se encuentra dolorido
por cualquier dolor ocurrido
o profundamente emocionado
por lo que la vida le ha dado.
Cuando se sienten ganas de llorar,
hay que dejar las lágrimas brotar,
sin importar, ni el lugar, ni la edad,
porque llorando se encuentra el consuelo
que puede calmar el gran dolor,
que siente el alma y el cuerpo
cuando son presas de la maldad,
o de cualquier enfermedad
que los pueden hacer llorar.
Por más valor que uno tenga,
jamás nos podremos apartar
de los indeseables tormentos
que siente el corazón
cuando sufre la desesperación
de perder algo en la vida
que se tenía en mucha estima,
o no tener lo que más se desea,
ni se es tratado uno como se espera.
Todos necesitamos el consuelo
para calmar todos los duelos,
lloramos por fuera y por dentro,
pero las lágrimas más ardientes
salen de lo que el corazón siente,
ellas son las que consuelan el alma
y acarician la amarga soledad,
cuando vienen las ganas de llorar.
Cuando veamos a alguien
que le sudan los ojos...,
es cuando viene a nuestro encuentro
el deseo de ofrecerle el consuelo,
ya sea con palabras o con hechos,
el caso es que sienta el remedio
para calmar el profundo dolor
que siente en su corazón.
Un abrazo, un apretón de manos,
o quizás una triste mirada,
puede despertar la amistad
que es la que hace falta
para poder consolar al amigo
que tiene ganas de llorar.
Su alma quedará aliviada
al brotar las ardientes lágrimas
y vendrá el relajante sueño
a sanar lo amargos deseos,
y despertar llenos de consuelo.
Son cosas del viejo Anselmo
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